Un Contrato Ancestral - El Observador

⁣“Un contrato Ancestral”


En este corto de 6 minutos el Observador nos habla sobre un contrato ancestral llamado Monogamia, que durante miles de años trajo equilibrio a la relación entre hombres y mujeres.


Debido a la liberación sexual, acentuada especialmente en las mujeres, la sociedad moderna ha olvidado la razón por la que se llegó al acuerdo de la monogamia, misma que no solamente es beneficiosa socialmente, sino que además es natural en nosotros como mamíferos que somos.


Para que una especie sobreviva debe tener descendencia y los mamíferos adoptamos la estrategia de tener pocos hijos pero darles mas atención para que crezcan bien, todo lo contrario a la estrategia reproductora de los anfibios que tienen muchos hijos y los dejan por su cuenta.


Debido a esto la biología femenina consiste en gestar a un bebe durante 9 meses así que debe buscar al mejor hombre que le otorgue protección a ella y a sus hijos, y en cambio el hombre busca esparcir su semilla en tantas mujeres como le sea posible para garantizar su descendencia.


Estas dos estrategias están contrapuestas, de tal forma que los machos compiten por las hembras y estas últimas compiten únicamente por los machos de mayor calidad.


Los machos que pierden en esta dinámica sexual no se reproducen, mientras que las hembras que pierden si se reproducen, pero con machos de menor calidad de la que esperaban.


Surge así la monogamia, como contrato social en aras de beneficiar a ambos sexos, en la que cada parte se compromete a restringir sus respectivas tendencias de reproducción.


Este contrato se basa en un intercambio simple, la mujer le ofrece el acceso exclusivo a su vagina a cambio de que el hombre se comprometa a satisfacer las necesidades de ella y de los hijos.


Este contrato no solamente fue aceptado por la mujer, sino también por los familiares de la mujer, quienes no quería que algún hombre la embarazara y se diera a la fuga y le dejara la responsabilidad al hermano, o al padre, de tal forma que al portador de la semilla se le hacía responsable de su descendencia y así se llegaba a un equilibrio, no totalmente justo, pero suficiente para sostener una sociedad a largo plazo.